Difícil adivinar lo que pasa por la mente de un asesino. Tendríamos que adentrarnos en su interior para poder comprenderlo...si que es que ésto es posible.

Los Asesinatos De "La Grande Terre" (I)

Posted by Unknown On martes, 29 de noviembre de 2011 0 comentarios


La Grande Terre


La familia Drummond – padre, madre, y una hijita de diez años – es asesinada en plena campiña provenzal, en la noche entre el 4 y el 5 de agosto de 1952. Gastón Dominici, patriarca de una granja llamada “Grande Terre”, es acusado por sus propios hijos.
¿Pero es realmente él el culpable? ¿Cuál es el móvil del crimen?


Las turbias fantasías eróticas de un viejo, una oculta rivalidad entre padres e hijos, una sórdida venganza familiar centrada en la propiedad de un pedazo de tierra, un mal entendido sentido del honor y, además, agentes secretos, ex partisanos, magos, adivinos: las hipótesis más variadas y los personajes más imprevisibles son el telón de fondo de una terrible tragedia ocurrida en una cálida noche de agosto de 1952 en la campiña provenzal. Una familia de vacaciones es asesinada sin ningún motivo aparente.

Es una investigación difícil, delicada: testigos que no son dignos de crédito, mitómanos, periodistas buscando su gloria, todos ellos aparecen empeñados en confundir las huellas.
Avanzando fatigosamente en un mar de mentiras, el comisario rastrea su presa como un sabueso. Frágiles pistas, contradicciones, una duda al responder, una actitud que no resulta convincente: son diminutas piezas del complicado rompecabezas que el policía va reconstruyendo poco a poco.
Sobre todo ello domina la personalidad marcada y arrogante de un anciano patriarca, temido y respetado; a su alrededor, una barrera de silencio que parece imposible romper. Y, sin embargo, la cadena de conveniencias parece aflojarse hasta que hace posible una acusación concreta.
Pero llegados a este punto, todo un juego diabólico de acusaciones, confesiones y retractaciones hace aún más problemática la búsqueda de la verdad.
Habrá un juicio, una condena, pero nada podrá borrar la amarga sensación que pesa sobre todo el asunto.
Una vez más ,de  la sala de un tribunal de Apelación surge un veredicto que no logra aclarar todos los interrogantes.

Los Acontecimientos
5 de agosto de 1952. Seis de la mañana. Por la carretera Marsella-Digne el obrero Jean-Marie Olivier regresa a casa en moto tras el turno de noche. En las cercanías de un sendero que une la carretera estatal con la vía férrea que pasa bajo ella le espera una persona que le pide que se detenga, haciendo gestos con los brazos: “He encontrado un cadáver y he oído varios disparos. Puede que haya otros muertos. Hay que avisar a los gendarmes”.
El que pronuncia estas palabras es Gustave Dominice, uno de los hijos del anciano Gaston, el pintoresco patriarca de la “Grande Terre”, una granja situada en los alrededores.  El motorista reemprende de inmediato su camino hacia Oraison, donde comunica a los policías el dramático mensaje.
El reconocimiento del lugar revela que los nuestros en “Grande Terre” son tres: se trata del matrimonio ingles Drummond, alcanzado por los disparos de una carabina americana encontrada más tarde en el río Durance, y de su hija de diez años de edad, asesinada con la culata de la misma arma. Los Drummond habían venido a Francia a pasar las vacaciones, y en la noche del 4 al 5 de agosto habían decidido acampar en las tierras de los Dominici.

Gastón Dominici

Es acusado del terrible delito el anciano Gaston, que confiesa varias veces su culpabilidad, pero que se retractará de todo en el transcurso del juicio.
Aquellas declaraciones, afirmará, las hizo porque estaba destruido por el agotador interrogatorio, que había durado toda la noche: “No habrían debido hacerle algo así a un hombre de mi edad… Me volvieron realmente loco”.
El 28 de noviembre de 1954, el tribunal de digne le condena a la guillotina, sentencia que después será conmutada por la cadena perpetua. Pero el móvil sigue siendo un misterio. “Mi padre mató a los turistas en un ataque de locura senil”, había afirmado Gustave en una fase del proceso instructorio. Pero también él se retractaría posteriormente de tales declaraciones. Solo su hermano Clovis mantendrá su implacable acusación contra el padre. “¡Víbora!”, le grita éste a la salida de la sesión en que ha sido condenado: “¡Tú sólo quieres la herencia!”.

Una familia destruida, la de los Drummond, otra profundamente herida en su interior: un ambiente de tragedia griega. ¿Fue Gaston Dominici el brutal asesino? ¿Lo hizo solo?  ¿O no participó ni siquiera en el tripe homicidio? En base a nuevas revelaciones prometidas por el acusado, vuelve a abrirse la investigación. Algunos incluso afirman que el crimen tiene relación con la Resistencia y los servicios secretos. A fin de cuentas, el arma del delito es un fusil americano.
Tras seis años de prisión, en julio de 1960, Dominici, de ochenta y tres años, es dejado en libertad. Tiene a su favor dos hechos: su buena conducta y su avanzada edad. Morirá cinco años más tarde en el asilo de Digne, quizá llevándose a la tumba un terrible secreto.

Disparos en la noche
En la tarde del 4 de agosto de 1952, un Hillmann familiar con matrícula inglesa se detiene en la llanura de Lurs, una aldea medieval de Francia meridional, empinada sobre una roca. A bordo del coche viaja la familia Drummond (padre, madre e hija), que ha decidido pasar sus vacaciones en territorio francés.
Sir Jack Drummond, de sesenta y un años de edad es un profesor de bioquímica de la universidad de Londres y que, ahora, dirige la importante industria química Boots. Sus méritos y su sabiduría científica son muy conocidos en su patria. Durante la segunda guerra mundial ha sido el principal experto en el campo de la alimentación. Por los servicios prestados a su país, como el establecimiento de la dieta básica para los militares y la realización de un concentrado proteínico inyectable por vía endovenosa, ha recibido el homenaje de la Corona, que le nombró baronet. Su esposa Ann, es especialista en dietética, le ayuda en su trabajo. Viaja con ellos su hija Elizabeth de diez años.
Ese 4 de agosto, tras presenciar una corrida en Dignes, los Drummond transitan por la carretera estatal Napoleón, en dirección a Villefranche, donde se reunirán con sus amigos Marrian.
Considerando imposible llegar antes de la noche, deciden detenerse y reemprender el viaje al día siguiente. Detienen el coche en las proximidades de un sendero que atraviesa “Grande Terre”, donde se levanta la casa colonial de los Dominici. A pesar de su pretencioso nombre, se trata de una modesta finca de apenas dos hectáreas, con olivos y hierbas medicinales y que se extiende justamente entre la carretera estatal Marsella-Digne (rue Napoleón) y la vía férrea que corre paralela al río Durance. Tras ingerir una frugal comida, los Drummond montan las camas de campaña y se acuestan.

La Familia Drummond

A las 6:30 de la mañana siguiente, los gendarmes de Forcalquier reciben un mensaje de sus colegas de Oraison: en la “Grande Terre” se han oído disparos hacia la una de la mañana y, al amanecer, se ha descubierto un cadáver. El que ha dado la alarma ha sido Gustave Domicini, uno de los hijos del anciano Gaston, el patriarca de la finca.
En realidad son tres los muertos. El sargento Louis Romanet, que se trasladó al lugar con su ayudante para llevar a cabo el primer reconocimiento, descubre junto a Hillmann el cadáver de Ann Drummond; el del marido se encuentra al otro lado de la carretera, mientras el cuerpo de la pequeña Elizabeth yace aún más allá, en dirección al río. Las investigaciones sobre el triple delito le son confiadas al inspector Edmond Sebeille, de la novena brigada de la policía móvil de Marsella.
Cuando el detective llega al lugar del delito, la identidad de las víctimas ya ha sido comprobada por medio de los documentos encontrados en el vehículo. Según la autopsia:

Sir Jack Drummond ha sido alcanzado por dos proyectiles mortales, que penetraron por la espalda. Estaba de pie cuando fue herido por el primer disparo. El segundo lo alcanzó cuando estaba ligeramente inclinado hace delante. Su vejiga está vacía. Su esposa recibió la muerte por tres proyectiles, que penetraron por el pecho y el hombro izquierdo. Debía estar tendida o con el busto ligeramente levantado cuando recibió los disparos. Su agresor debía encontrarse primero al lado izquierdo y luego delante. No ha sido violada.  En cuanto a la niña, presenta dos profundas heridas a ambos lados de la sutura media frontal. Los golpes han sido propinados con enorme violencia por un agresor de gran fuerza. Puede considerarse que la víctima estuviera tendida en el suelo cuando fue golpeada. No ha sido violada”.

Los médicos forenses formulan también la hipótesis de que los Drummond hayan sido asesinados en rápida sucesión, pero que la niña haya muerto tras algunas horas de coma.
En el terreno se encuentran dos proyectiles sin explotar y dos cápsulas vacías. El descubrimiento induce a Sebeille a pensar que el asesino conoce bien el arma del delito. Esta se encuentra en el lecho del río Durance se trata de una carabina Rock-Ola, de las del ejército americano. En un primer examen se observa que el arma ha sido reparada con un trozo de alambre de hierro y con una anilla procedente de una bicicleta. 
Una astilla de madera encontrada junto a la cabeza de Elizabeth casa perfectamente con un fragmento que falta en la culata del arma:  por consiguiente, el asesino, tras haber disparado contra el matrimonio Drummond, se encarnizó con la niña golpeándola con la culata de la carabina.

El Arma

La Familia Dominici
Desde los primeros momentos de la investigación, la atención del comisario se centra en la familia Dominici.
En la casa colonial de “Grande Terre” vive el anciano Gaston con su esposa, Marie Germaine, a la que el marido llama “vieja sardina”; el hijo, Gustave, con su esposa, Yvette, y su hijo Alain.
Gaston Dominici se había trasladado con su familia a “Grande Terre” veinte años antes, adquiriendo la posesión por 10.000 francos. Satisfacía así el sueño de toda una vida de sacrificios y duro trabajo: cultivar una tierra que fuera suya. La “sardina” le dio nueve hijos, algunos de ellos llegaron al mundo con ayuda del padre como improvisada comadrona. Ahora es una mujercita flaca, de débil voz, demasiado dócil ante el marido que a veces han visto amenazarla con un garrote e incluso con el horcón nunca ha traspasado los límites de sus tierras y viste siempre de negro.
El viejo, nacido en Digne en 1877, goza del aprecio de sus vecinos, aunque le consideran de carácter violento, especialmente con la gente que no le gusta, y que empina el codo con frecuencia.

La Familia Dominici

Al avanzar los años, Gustave ha ido sustituyendo al padre en las faenas del campo, y ahora el viejo patriarca se dedica a llevar a pastar a los animales.
Los otros hijos se han casado y viven en los pueblos cercanos.
La policía lleva a cabo los primeros interrogatorios. Gustave declara haber visto a los Drummond alrededor de las ocho de la tarde anterior, cuando fue a examinar un pequeño derrumbamiento de la vía férrea, motivado quizá por un excesivo riego de la finca. Luego había regresado a casa, acostándose enseguida.
En el transcurso de la noche se había despertado dos veces. Hacia las 23, por el ruido de una moto que se había detenido junto a la casa colonial: una voz le había gritado algo a su padre, que había respondido a través de la puerta. Alrededor de la una se había vuelto a despertar al oír varios disparos de armas de fuego. También Ivette y el niño se habían despertado, aterrorizados por los disparos, El miedo hizo que Gustave se quedara en la cama. Hasta las 5:30 de la mañana siguiente no salió para verificar el derrumbamiento sobre la vía férrea. Cuando ascendía por el terraplén que llevaba a los raíles, tropezó con el cuerpo destrozado de la pequeña extranjera. Entonces volvió corriendo sobre sus pasos, hacia la carretera, y detuvo a un motorista pidiéndole que avisara a los agentes.

Por su parte, el viejo Gaston declara que al regresar de su pastoreo matutino, se había trasladado al lugar del delito, del que había sido informado por Gustave, y había asistido a una fase de la inspección llevada a cabo por los agentes antes de la llegada del inspector Sebeille, tratando de ayudar: se sentía orgulloso se haber sido el primero en observar la astilla de madera bajo los cabellos de la niña asesinada, Pero no dice, que posteriormente hubo un largo conciliábulo en la granja, donde toda la familia Dominici se había reunido y en la que probablemente, se definió la actitud que debían de tomar ante los agentes.
Ante el mundo externo, el clan se reunía y formaba un bloque compacto. Pero en aquella sólida muralla se produciría luego una brecha, primero por el derrumbamiento de Gustave, luego por la denuncia de Clovis, uno de los hijos del clan que trabaja como ferroviario y vive en Peyruis.

Gustave Dominice con su esposa y su hijo
En realidad, los Dominici, empezando por Gustave, callaron muchas cosas. En efecto, aquella mañana del 5 de agosto, al dirigirse al trabajo, Clovis se había encontrado con su hermano, que le había confiado algo muy grave: cuando encontró a Elizabeth, la niña estaba aún viva; también le dijo que había oído gritos durante la noche. Clovis le confesó que era mejor no decir nada a la policía para evitar problemas.

El 6 de agosto Sebeille regresa a “Grande Terre” tras haber subido hasta Lurs para enseñar el arma del delito al alcalde, los concejales, así como a varios habitantes del pueblo y la campiña circundante. Nadie la ha reconocido. También los Domicini afirman que no la habían visto nunca antes de que fuera encontrada en el río.

Nuevamente interrogado por Sebeille, Gaston afirma que ha visto a los Drummond la tarde de su llegada, mientras volvía a casa con el rebaño, pero que no ha cruzado con ellos palabra alguna. Confirma la versión de Gustave relativa a la visita de un motorista que gritó algo incomprensible. Eran las 23 pasadas. Desde la ventana le contestó “¡Vete a la cama!”, y volvió a acostarse mientras la moto se alejaba. A la una se había despertado con el ruido de unos disparos, pero no se asomó ni siquiera a la ventana. (Continuará)

Fuente de Datos:
*”Los fantasmas de la “Grande Terre” – Los Grandes Enigmas de la Historia – Editorial Planeta