Difícil adivinar lo que pasa por la mente de un asesino. Tendríamos que adentrarnos en su interior para poder comprenderlo...si que es que ésto es posible.

La Envenenadora Carmen Martínez

Posted by Unknown On viernes, 30 de julio de 2010 0 comentarios

(Foto de Interner - Sin datos)

Felipe Conesa era un empresario propietario de una fábrica de sombreros que gozaba de una saneada economía a finales del siglo XIX, residentes en el barrio de Torreto, en Zaragoza. El y su mujer Carmen Martínez se entregaban por completo al negocio y junto con su hija de doce años de edad, formaban una pareja feliz.
El trabajo no faltaba y el negocio iba en alza, gracias también a la colaboración de Antonio Aragonés, de treinta años de edad, soltero, al que mantenían como encargado de la fábrica, y gracias también al buen hacer de Antonio, Felipe podía permitirse un respiro cada tarde y acudir a una tertulia entre amigos, en un horno cercano a su domicilio.

 (Zaragoza a finales del siglo XIX - Imagen de Aquí)

El día 30 de diciembre de 1890, ya a última hora de la tarde, Felipe Conesa salió de su casa como cada tarde, camino del Horno de Pan. La calle estaba desierta debido al fuerte y frío viento que soplaba esa tarde noche. Ni una mísera luz de gas la iluminaba aparecía oscura como la boca de un lobo. Minutos después su mujer y su hija oyen gritos, se asoman a la ventana alarmadas a ver lo que sucede pero no consiguen ver nada debido a la oscuridad. Provistas de un quinqué bajan a la calle y se encuentran con el cuerpo ensangrentado de Conesa. Ambas comienzan a gritar pidiendo auxilio a los que acude gran cantidad de gente entre vecinos y guardias quienes comprueban que Felipe Conesa ya está muerto como consecuencia de haber recibido en su cuerpo once puñaladas. Del agresor o agresores no hay ni rastro.

Desde el mismo instante todos sospechaban de Antonio Aragonés, pues todos los comentarios apuntaban a que era el amante de Carmen Martínez. Fue detenido e ingresado en prisión declarándolo todo.

Unos años antes Antonio y Carmen comenzaron una relación sentimental tan intensa que los llevó a planear el asesinato de Conesa. Fue Antonio quien toma la iniciativa y contacta con María Borborio, antigua amante suya de cincuenta y cinco años, mujer alcahueta y que además se dedicaba a componer y proporcionar polvos y pócimas venenosas a quien quisiera deshacerse de alguien que le molestara. 
A Antonio le suministró un sobre con una mezcla de cantáridas y arcillas, asegurándole que era un veneno de gran eficacia. Carmen sería la encargada de mezclarlo en las comidas y bebidas de Felipe, pero después de varias dosis, el único resultado que obtuvo fue una ligera indisposición de la víctima y que orinara un extraño líquido de color rojo. El reo parecía no estar dispuesto a morirse.

Decide entonces la pareja ir a pedir explicaciones a la Borborio y le exigen un nuevo veneno eficaz, obteniendo de ella la promesa de que en esta ocasión no habría fallos.
Cuando la pareja se hubo marchado, María Borborio reclama la presencia de Mariano Ballado y Demetrio Alonso, ofreciéndole a los mismos cuarenta duros por asesinar a Felipe Conesa. Entre todos trazan un plan y lo llevan a cabo el referido 30 de diciembre y consumando el crimen.

 
El crimen tuvo gran repercusión en toda Zaragoza, presente en la entrada de los inculpados en los juzgados: los cinco aparecen custodiados. Carmen, de treinta y tres años, vestida con falda, mantón y mantilla negra. Antonio con traje y corbata, María de negro y marrón. Todos en sus declaraciones niegan tener relación alguna, y Antonio y Carmen niegan sus amores.
Pero de nada les sirvió estas negaciones: Todos fueron condenados a muerte.

Fuente de datos:
Envenenadoras – La crónica negra de los 40 casos más célebres cometidos por mujeres en España – Marisol Donis.

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