La Grande Terre
La familia Drummond – padre, madre, y
una hijita de diez años – es asesinada en plena campiña provenzal, en la noche
entre el 4 y el 5 de agosto de 1952. Gastón Dominici, patriarca de una granja
llamada “Grande Terre”, es acusado por sus propios hijos.
¿Pero es realmente él el culpable?
¿Cuál es el móvil del crimen?
Las turbias fantasías eróticas de un
viejo, una oculta rivalidad entre padres e hijos, una sórdida venganza familiar
centrada en la propiedad de un pedazo de tierra, un mal entendido sentido del
honor y, además, agentes secretos, ex partisanos, magos, adivinos: las
hipótesis más variadas y los personajes más imprevisibles son el telón de fondo
de una terrible tragedia ocurrida en una cálida noche de agosto de 1952 en la
campiña provenzal. Una familia de vacaciones es asesinada sin ningún motivo
aparente.
Es una investigación difícil,
delicada: testigos que no son dignos de crédito, mitómanos, periodistas
buscando su gloria, todos ellos aparecen empeñados en confundir las huellas.
Avanzando fatigosamente en un mar de
mentiras, el comisario rastrea su presa como un sabueso. Frágiles pistas,
contradicciones, una duda al responder, una actitud que no resulta convincente:
son diminutas piezas del complicado rompecabezas que el policía va
reconstruyendo poco a poco.
Sobre todo ello domina la
personalidad marcada y arrogante de un anciano patriarca, temido y respetado; a
su alrededor, una barrera de silencio que parece imposible romper. Y, sin
embargo, la cadena de conveniencias parece aflojarse hasta que hace posible una
acusación concreta.
Pero llegados a este punto, todo un
juego diabólico de acusaciones, confesiones y retractaciones hace aún más
problemática la búsqueda de la verdad.
Habrá un juicio, una condena, pero
nada podrá borrar la amarga sensación que pesa sobre todo el asunto.
Una vez más ,de la sala de un tribunal de Apelación surge un
veredicto que no logra aclarar todos los interrogantes.
Los Acontecimientos
5 de agosto de 1952. Seis de la
mañana. Por la carretera Marsella-Digne el obrero Jean-Marie Olivier regresa a
casa en moto tras el turno de noche. En las cercanías de un sendero que une la
carretera estatal con la vía férrea que pasa bajo ella le espera una persona
que le pide que se detenga, haciendo gestos con los brazos: “He encontrado un
cadáver y he oído varios disparos. Puede que haya otros muertos. Hay que avisar
a los gendarmes”.
El que pronuncia estas palabras es
Gustave Dominice, uno de los hijos del anciano Gaston, el pintoresco patriarca
de la “Grande Terre”, una granja situada en los alrededores. El motorista reemprende de inmediato su
camino hacia Oraison, donde comunica a los policías el dramático mensaje.
El reconocimiento del lugar revela
que los nuestros en “Grande Terre” son tres: se trata del matrimonio ingles
Drummond, alcanzado por los disparos de una carabina americana encontrada más
tarde en el río Durance, y de su hija de diez años de edad, asesinada con la
culata de la misma arma. Los Drummond habían venido a Francia a pasar las
vacaciones, y en la noche del 4 al 5 de agosto habían decidido acampar en las
tierras de los Dominici.
Gastón Dominici
Es acusado del terrible delito el
anciano Gaston, que confiesa varias veces su culpabilidad, pero que se
retractará de todo en el transcurso del juicio.
Aquellas declaraciones, afirmará, las
hizo porque estaba destruido por el agotador interrogatorio, que había durado
toda la noche: “No habrían debido hacerle algo así a un hombre de mi edad… Me
volvieron realmente loco”.
El 28 de noviembre de 1954, el
tribunal de digne le condena a la guillotina, sentencia que después será
conmutada por la cadena perpetua. Pero el móvil sigue siendo un misterio. “Mi
padre mató a los turistas en un ataque de locura senil”, había afirmado Gustave
en una fase del proceso instructorio. Pero también él se retractaría
posteriormente de tales declaraciones. Solo su hermano Clovis mantendrá su
implacable acusación contra el padre. “¡Víbora!”, le grita éste a la salida de
la sesión en que ha sido condenado: “¡Tú sólo quieres la herencia!”.
Una familia destruida, la de los
Drummond, otra profundamente herida en su interior: un ambiente de tragedia
griega. ¿Fue Gaston Dominici el brutal asesino? ¿Lo hizo solo? ¿O no participó ni siquiera en el tripe homicidio?
En base a nuevas revelaciones prometidas por el acusado, vuelve a abrirse la
investigación. Algunos incluso afirman que el crimen tiene relación con la
Resistencia y los servicios secretos. A fin de cuentas, el arma del delito es
un fusil americano.
Tras seis años de prisión, en julio
de 1960, Dominici, de ochenta y tres años, es dejado en libertad. Tiene a su
favor dos hechos: su buena conducta y su avanzada edad. Morirá cinco años más
tarde en el asilo de Digne, quizá llevándose a la tumba un terrible secreto.
Disparos en la noche
En la tarde del 4 de agosto de 1952,
un Hillmann familiar con matrícula inglesa se detiene en la llanura de Lurs,
una aldea medieval de Francia meridional, empinada sobre una roca. A bordo del
coche viaja la familia Drummond (padre, madre e hija), que ha decidido pasar
sus vacaciones en territorio francés.
Sir Jack Drummond, de sesenta y un
años de edad es un profesor de bioquímica de la universidad de Londres y que,
ahora, dirige la importante industria química Boots. Sus méritos y su sabiduría
científica son muy conocidos en su patria. Durante la segunda guerra mundial ha
sido el principal experto en el campo de la alimentación. Por los servicios
prestados a su país, como el establecimiento de la dieta básica para los
militares y la realización de un concentrado proteínico inyectable por vía
endovenosa, ha recibido el homenaje de la Corona, que le nombró baronet. Su
esposa Ann, es especialista en dietética, le ayuda en su trabajo. Viaja con
ellos su hija Elizabeth de diez años.
Ese 4 de agosto, tras presenciar una
corrida en Dignes, los Drummond transitan por la carretera estatal Napoleón, en
dirección a Villefranche, donde se reunirán con sus amigos Marrian.
Considerando imposible llegar antes
de la noche, deciden detenerse y reemprender el viaje al día siguiente.
Detienen el coche en las proximidades de un sendero que atraviesa “Grande
Terre”, donde se levanta la casa colonial de los Dominici. A pesar de su
pretencioso nombre, se trata de una modesta finca de apenas dos hectáreas, con
olivos y hierbas medicinales y que se extiende justamente entre la carretera
estatal Marsella-Digne (rue Napoleón) y la vía férrea que corre paralela al río
Durance. Tras ingerir una frugal comida, los Drummond montan las camas de
campaña y se acuestan.
La Familia Drummond
A las 6:30 de la mañana siguiente,
los gendarmes de Forcalquier reciben un mensaje de sus colegas de Oraison: en
la “Grande Terre” se han oído disparos hacia la una de la mañana y, al
amanecer, se ha descubierto un cadáver. El que ha dado la alarma ha sido
Gustave Domicini, uno de los hijos del anciano Gaston, el patriarca de la
finca.
En realidad son tres los muertos. El
sargento Louis Romanet, que se trasladó al lugar con su ayudante para llevar a
cabo el primer reconocimiento, descubre junto a Hillmann el cadáver de Ann
Drummond; el del marido se encuentra al otro lado de la carretera, mientras el
cuerpo de la pequeña Elizabeth yace aún más allá, en dirección al río. Las
investigaciones sobre el triple delito le son confiadas al inspector Edmond
Sebeille, de la novena brigada de la policía móvil de Marsella.
Cuando el detective llega al lugar
del delito, la identidad de las víctimas ya ha sido comprobada por medio de los
documentos encontrados en el vehículo. Según la autopsia:
“Sir
Jack Drummond ha sido alcanzado por dos proyectiles mortales, que penetraron
por la espalda. Estaba de pie cuando fue herido por el primer disparo. El
segundo lo alcanzó cuando estaba ligeramente inclinado hace delante. Su vejiga
está vacía. Su esposa recibió la muerte por tres proyectiles, que penetraron
por el pecho y el hombro izquierdo. Debía estar tendida o con el busto
ligeramente levantado cuando recibió los disparos. Su agresor debía encontrarse
primero al lado izquierdo y luego delante. No ha sido violada. En cuanto a la niña, presenta dos profundas
heridas a ambos lados de la sutura media frontal. Los golpes han sido
propinados con enorme violencia por un agresor de gran fuerza. Puede
considerarse que la víctima estuviera tendida en el suelo cuando fue golpeada.
No ha sido violada”.
Los médicos forenses formulan también
la hipótesis de que los Drummond hayan sido asesinados en rápida sucesión, pero
que la niña haya muerto tras algunas horas de coma.
En el terreno se encuentran dos
proyectiles sin explotar y dos cápsulas vacías. El descubrimiento induce a
Sebeille a pensar que el asesino conoce bien el arma del delito. Esta se
encuentra en el lecho del río Durance se trata de una carabina Rock-Ola, de las
del ejército americano. En un primer examen se observa que el arma ha sido
reparada con un trozo de alambre de hierro y con una anilla procedente de una
bicicleta.
Una astilla de madera encontrada
junto a la cabeza de Elizabeth casa perfectamente con un fragmento que falta en
la culata del arma: por consiguiente, el
asesino, tras haber disparado contra el matrimonio Drummond, se encarnizó con
la niña golpeándola con la culata de la carabina.
El Arma
La Familia Dominici
Desde los primeros momentos de la
investigación, la atención del comisario se centra en la familia Dominici.
En la casa colonial de “Grande Terre”
vive el anciano Gaston con su esposa, Marie Germaine, a la que el marido llama
“vieja sardina”; el hijo, Gustave, con su esposa, Yvette, y su hijo Alain.
Gaston Dominici se había trasladado
con su familia a “Grande Terre” veinte años antes, adquiriendo la posesión por
10.000 francos. Satisfacía así el sueño de toda una vida de sacrificios y duro
trabajo: cultivar una tierra que fuera suya. La “sardina” le dio nueve hijos,
algunos de ellos llegaron al mundo con ayuda del padre como improvisada
comadrona. Ahora es una mujercita flaca, de débil voz, demasiado dócil ante el
marido que a veces han visto amenazarla con un garrote e incluso con el horcón
nunca ha traspasado los límites de sus tierras y viste siempre de negro.
El viejo, nacido en Digne en 1877,
goza del aprecio de sus vecinos, aunque le consideran de carácter violento,
especialmente con la gente que no le gusta, y que empina el codo con
frecuencia.
La Familia Dominici
Al avanzar los años, Gustave ha ido
sustituyendo al padre en las faenas del campo, y ahora el viejo patriarca se
dedica a llevar a pastar a los animales.
Los otros hijos se han casado y viven
en los pueblos cercanos.
La policía lleva a cabo los primeros
interrogatorios. Gustave declara haber visto a los Drummond alrededor de las
ocho de la tarde anterior, cuando fue a examinar un pequeño derrumbamiento de
la vía férrea, motivado quizá por un excesivo riego de la finca. Luego había
regresado a casa, acostándose enseguida.
En el transcurso de la noche se había
despertado dos veces. Hacia las 23, por el ruido de una moto que se había
detenido junto a la casa colonial: una voz le había gritado algo a su padre,
que había respondido a través de la puerta. Alrededor de la una se había vuelto
a despertar al oír varios disparos de armas de fuego. También Ivette y el niño
se habían despertado, aterrorizados por los disparos, El miedo hizo que Gustave
se quedara en la cama. Hasta las 5:30 de la mañana siguiente no salió para
verificar el derrumbamiento sobre la vía férrea. Cuando ascendía por el
terraplén que llevaba a los raíles, tropezó con el cuerpo destrozado de la
pequeña extranjera. Entonces volvió corriendo sobre sus pasos, hacia la
carretera, y detuvo a un motorista pidiéndole que avisara a los agentes.
Por su parte, el viejo Gaston declara
que al regresar de su pastoreo matutino, se había trasladado al lugar del
delito, del que había sido informado por Gustave, y había asistido a una fase
de la inspección llevada a cabo por los agentes antes de la llegada del inspector
Sebeille, tratando de ayudar: se sentía orgulloso se haber sido el primero en
observar la astilla de madera bajo los cabellos de la niña asesinada, Pero no
dice, que posteriormente hubo un largo conciliábulo en la granja, donde toda la
familia Dominici se había reunido y en la que probablemente, se definió la
actitud que debían de tomar ante los agentes.
Ante el mundo externo, el clan se
reunía y formaba un bloque compacto. Pero en aquella sólida muralla se
produciría luego una brecha, primero por el derrumbamiento de Gustave, luego
por la denuncia de Clovis, uno de los hijos del clan que trabaja como
ferroviario y vive en Peyruis.
Gustave Dominice con su esposa y su hijo
En realidad, los Dominici, empezando
por Gustave, callaron muchas cosas. En efecto, aquella mañana del 5 de agosto,
al dirigirse al trabajo, Clovis se había encontrado con su hermano, que le
había confiado algo muy grave: cuando encontró a Elizabeth, la niña estaba aún
viva; también le dijo que había oído gritos durante la noche. Clovis le confesó
que era mejor no decir nada a la policía para evitar problemas.
El 6 de agosto Sebeille regresa a
“Grande Terre” tras haber subido hasta Lurs para enseñar el arma del delito al
alcalde, los concejales, así como a varios habitantes del pueblo y la campiña
circundante. Nadie la ha reconocido. También los Domicini afirman que no la
habían visto nunca antes de que fuera encontrada en el río.
Nuevamente interrogado por Sebeille,
Gaston afirma que ha visto a los Drummond la tarde de su llegada, mientras
volvía a casa con el rebaño, pero que no ha cruzado con ellos palabra alguna.
Confirma la versión de Gustave relativa a la visita de un motorista que gritó
algo incomprensible. Eran las 23 pasadas. Desde la ventana le contestó “¡Vete a
la cama!”, y volvió a acostarse mientras la moto se alejaba. A la una se había
despertado con el ruido de unos disparos, pero no se asomó ni siquiera a la
ventana. (Continuará)
Fuente de Datos:
*”Los fantasmas de la “Grande Terre”
– Los Grandes Enigmas de la Historia – Editorial Planeta