(Aurora y Hildegart ante su vivienda)
Aurora Rodríguez Caballeira era una mujer extraña y de fuerte carácter, conocida entre su círculo de relaciones por su vehemente defensa del socialismo. Su activismo político se asociaba con ciertas ideas sobre la creación de un huevo ser humano, capaz de alumbrar una era de paz social y prosperidad. Lo que podría ser considerado como sencillo planteamiento filosófico, utopía tantas veces soñada a lo largo de la historia, ella se atrevió a convertirlo en algo tangible.
Así, Aurora decidió concebir un hijo, al que negó cualquier tipo de acceso a su padre biológico. Podría, de esa forma, moldear su mente hasta convertir al vástago en el primer ejemplar de una nueva raza. El delirio cobró forma al quedarse embarazada Aurora en el Ferrol.
El 9 de diciembre de 1914 nació en Madrid Hildegart, el objeto del experimento. Su nombre no fue elegido al azar, sino que lo seleccionó su madre, según sus propias palabras, como símbolo de sabiduría, aunque en la etimología original alemana, ni se escribe así ni significa lo que Aurora creía.
Se cuenta que, tiempo antes, ya había intentando moldear la mente de su sobrino Pepito Arriola, como niño prodigio de la interpretación pianística. Con ese antecedente, Aurora se dedicó en cuerpo y alma a crear la imagen perfecta en la persona de su hija Hildegart. ¿Cómo conseguir su objetivo? El método consistía en la enseñanza continua, casi obsesiva, de lo que Aurora consideraba como básico. Su esfuerzo hizo que Hildegart fuera capaz de escribir, incluso a máquina, tocar el piano y leer, a una edad en la que el resto de los niños apenas si acertaban a recorrer torpemente las letras.
El programa ideado para la niña hizo de ella toda una celebridad: sus habilidades y conocimientos llegaron a abarcar desde muy temprano ámbitos asombrosos, desde el conocimiento de idiomas hasta saberes científicos y los relacionados con la sexualidad humana, añadiendo a todo ello un tinte ideológico muy marcado y gobernado hasta el más mínimo detalle por Aurora.
(Hildegart)
No extrañará que, en ese ambiente, los estudios de Hildegart fueran sobresalientes en todos los aspectos, llegando a licenciarse en derecho con casi 18 años de edad. Aquello únicamente era el principio del programa, la niña creció en un ambiente político muy activo, y desde muy temprano participó en debates y discusiones, publicó columnas de opinión en diarios importantes, y como miembro muy activo del Partido Socialista, se convirtió en el centro de un grupo de pensamiento que abogaba por una reforma en la moral sexual y era partidaria de prácticas eugenésicas. Todo aquello hizo que Aurora fuera recorriendo con éxito, paso a paso, el plan que había sido diseñado con frialdad muchos años antes. Al fin se había dado a conocer a “la nueva mujer”, que fue escuchada por políticos y grandes hombres de su época, que gritaba pidiendo libertad sexual, política y jurídica para las mujeres, que escribía con calidad excepcional y era capaz de asombrar a todo el que atendía a sus conferencias. Las actividades políticas y culturales de la niña, ya al borde de convertirse en mujer, llamaron la atención incluso de varias publicaciones a lo largo y ancho de todo el mundo.
Sin duda, su futuro como líder social y político serían venturoso, el plan marchaba a la perfección y Aurora se sentía como un demiurgo extasiado ante su obra maestra. Todo un caso que parece extraído de una película de ciencia ficción, cercano a la fantasía de Un mundo feliz, de Huxley, el éxito de un experimento para crear un ser humano encauzado con exactitud por las vías surgidas de los designios de una madre, hasta que una pequeña pistola terminó brutalmente con el sueño de la mujer perfecta.
La Muerte de la Virgen Roja
Como sucede con los monstruos de las novelas góticas, Hildegart, a la que llegó a conocerse como “la virgen roja”, empezó a pensar por sí misma y a esbozar sus propios planes más allá de los deseos y proyectos de su “creadora”. Para empezar su propia revolución, decidió abandonar el Partido Socialista para pasar a formar parte del Partido Republicano Federal. La idea contrarió a su madre, pero como la actividad pública de la niña no disminuyó, sino que su lucha por la liberación sexual de la mujer fue en aumento, el primer choque grave con el plan maestro fue diluyéndose. Entre libros, panfletos políticos y ampliando sus estudios, esperando ser mayor de edad para poder dedicarse a la abogacía, nada parecía que la inseparable pareja terminaría estallando en un mar de sangre.
¿Qué sucedió para que Aurora decidiera acabar con la vida de su “monstruo”? ¿Acaso decidió Hildegart apartarse para siempre de los estrictos planes de su madre? No se conoce con exactitud que pudo suceder, pero se afirma que Hildegart pudo haberse enamorado de un hombre, cosa inadmisible por parte de Aurora y que por varias diferencias de criterio, la niña había pensado en separar su vida del programa que hasta entonces se había sometido. Cada vez que Hildegart osaba sugerir tal cosa, su madre amenazaba con suicidarse, ahondando cada vez más en su propio mundo de locura. Aurora pensaba que sus enemigos políticos deseaban arrebatarle la obra de su vida y, ante tan terrible escenario para ella, tomó la más trágica de las decisiones: terminar con el experimento antes de que fuera conducido lejos de su influencia. El Heraldo de Madrid narró de esta forma, en su edición del viernes 9 de junio de 1933, los detalles del asesinato:
“He aquí un parricidio que apasionará a los juristas tanto o más que a la opinión indocta. La muerte de la señorita Hildegart a manos de su propia madre que, enamorada de su obra hasta el paroxismo, la destruye antes que verla desvirtuada por el influjo extraño de un amor no previsto (…).
(Imagen de Hildegart poco antes de ser asesinada - ABC)
Aurora Rodríguez vivía acompañada de su hija y de una sirvienta en un modesto cuarto de la Calle de Galileo, número 57, piso cuarto, derecha. En una de las habitaciones del fondo habíase instalado la alcoba donde, sobre unas camas turcas, descansaban madre e hija. La cama que aparecía pegada a la pared era la que habitualmente ocupaba Hildegart.
De las declaraciones de la criada que servía a ambas mujeres, Julia Sanz García, y por declaraciones hechas ante los vecinos y coincidentes con las prestadas ante el juez instructor se dedujo que Aurora Rodríguez había premeditado y preparado su crimen durante varios días antes. Había probado el revólver en la azotea de la casa, la noche anterior al día del suceso para ver si tenía pulso y firmeza para disparar; había convenido con una vecina el que ésta recogiera a dos perros, propiedad de la criminal, y que se hiciera cargo de ellos durante varios meses, mediante una pensión de cuatro pesetas diarias; había confiado a esta misma vecina varios tiestos con plantas y arbustos que guarnecían su azotea; había ordenado a la criada que llevara al domicilio de una amiga otros tres animales, un gato, un alcotán y una tortuga que también tenía en el piso; y a primera hora de la mañana del día del crimen ordenó a la criada que fuera a llevar los perros a su nuevo alojamiento, para así quedar sola con su hija en la casa, y perpetrar, sin que nadie se lo estorbara, el asesinato, disparando a quemarropa cuatro tiros contra la joven, que aún se hallaba acostada y durmiendo cuando las balas le destrozaron la cabeza y el pecho.
A las ocho y media comenzaron a ladrar con fuerza algunos perros que había en el patio del inmueble. Nadie oyó los disparos que se hicieron en el cuarto ocupado por Hildegart y su madre.
Cometido el crimen, Aurora no pensó ni por un momento en el suicidio, como lo había anunciado al saber que Hildegart deseaba separarse de ella: sólo pensó en escapar de las iras del vecindario, que la odiaba por el verdadero secuestro de que hacía víctima a su hija, y que, al descubrirse el crimen, hubiera intentado lincharla.
Aurora salió de la casa a esa hora. El hijo de la portera barría la escalera. La vio salir despeinada y con un abrigo de caracú sobre los hombros, La señora Rodríguez bajó tranquilamente. En el portal se entretuvo unos instantes para hablar con la portera:
-Agradeceré a usted –dijo – que vea a Julia y le diga que espere aquí a Basilia, una mujer que ha quedado en venir para llevarse al gato. Cuando venga la señora suba con ella. Tardaré en regresar…
La portera cumplió el encargo. Julia esperó la llegada de la persona que le habían anunciado, y las dos mujeres subieron juntas al cuarto. Nada anormal advirtieron al entrar en él. Julia tuvo necesidad de penetrar en la alcoba y, con el horror que es de suponer, vio sobre el lecho, bañada en sangre, a su señorita.
Aterrada, dio gritos en demanda de auxilio. Acudieron algunos vecinos y entre todos trasladaron a la que suponían gravemente herida a una Policlínica instalada en la calle Fernández de los Ríos. El facultativo de guardia, doctor D. Valentín Camino, no pudo hacer otra cosa que certificar la defunción. La señorita Hildegart presentaba cuatro heridas. Dos en la cabeza, una en la región malar y otra en el cuello. Alguno de los disparos tuvo que hacerse a quemarropa, toda vez que parte del rostro de la víctima aparecía chamuscado por efecto del fogonazo.
(El cadáver de Hildegart)
Ciertamente, la escena tuvo que ser sobrecogedora. A las nueve menos cuarto de esa mañana, tal y como narran los periódicos, Aurora fue a buscar el consejo de un amigo, el político Juan Botella Asensi, a quien logra despertar en su hogar gracias a su insistencia, a pesar de las negativas a ser recibida por parte de las sirvientas. Y, ante el político, Aurora afirma con frialdad que ha matado a su hija. El hombre, inicialmente escéptico, accede a acompañar a Aurora hasta el Juzgado de guardia en taxi. En el edificio judicial ya se tenía conocimiento del hecho, pues varios agentes habían sido enviados por los vecinos. Comenzó así el recorrido de esta historia por los juzgados, algo que mantuvo al público durante meses en vilo.
(A su llegada a la carcel de mujeres - Mundo Gráfico 31-10-1933)
Antes de la celebración del juicio, Aurora pasó el resto de 1933 en la Cárcel de Mujeres, donde protagonizó diversos altercados. Ante sus continuos insultos y agresiones hacia una vigilante, tuvo que ser recluida en una celda de castigo. Este comportamiento errático e irracional, contrastaba mucho con la frialdad con que había confesado su crimen el mismo día en que lo cometió.
(Aseándose en su celda - Mundo Gráfico - 31-10-1933)
Varios médicos examinaron el caso y, a pesar de lo que pudiera parecer, determinaron que la mujer no padecía ningún tipo de locura, aunque con el paso del tiempo surgieron opiniones contrarias. Por ejemplo, después del juicio, pasado ya un año de la fecha del parricidio, la Sociedad de Neurología y Psiquiatría se ocupó de estudiar la historia clínica de Aurora Rodríguez. El informe incide en que la autora del crimen se encontraba afectada por un proceso de paranoia y se lamentaba de que, a lo largo del proceso, no se hubiera ahondado lo suficiente en el asunto de su salud mental.
(Reclusas haciéndole la cama - Mundo Gráfico- 31-10-1933)
El juicio, con jurado popular, que se inició a finales de mayo de 1934, llegó a su fin con veredicto de culpabilidad y una sentencia que condenaba a Aurora Rodríguez a cumplir veintiséis años de prisión.
Así era Hildegart
José Montero Alonso, glosaba en la publicación Nuevo Mundo del 16 de junio de 1933, la figura de Hildegart Rodríguez:
Era alta, fuerte, varonil, y había en ella al mismo tiempo un aire infantil, un no sé qué de adolescencia. Nadie viéndola imaginaría que tras aquel aspecto de muchacha campesina había un espíritu que no sentía el menor temblor al asomarse a los abismos de la vida personal o social. El alma tenía en ella audacias magníficas, ambiciones poderosas. Quería que todo fuese mejor, más puro, más sincero y más feliz: un espíritu mejor, un amor mejor, una Humanidad mejor. Asombra lo que aquella frente casi niña logró albergar. Lenguas, Derecho, Medicina, Ciencia Social. ¿Adónde hubiera llegado esta muchacha que en plena juventud aparecía ya con los oros granados de la madurez?
(El entierro de Hildegart acompañado de una gran multitud)
Hace unos meses publicó la escritora un artículo en el que subconscientemente hablaba de su muerte. Era un artículo sobre “Endocrinología, delincuencia y eugenesia”. Comentaba la importancia de lo sexual como antecedente y explicación del delito. Y citaba casos en que el crimen respondía a una degeneración de las glándulas internas, que había que buscarse en la deficiente constitución de éstas la raíz de un hecho a primera vista injustificable. No pensaría Hildegart al trazar estas líneas que probablemente, unos meses más tarde, al querer hallar una explicación a lo inexplicable de su muerte, habría que ir a esa zona oscura y bárbara de lo sexual.
Esos tiros de una madre sobre su hija dormida hieren también el romántico poema maternal, tejido hasta hoy, tradicionalmente, con sacrificios y ternuras.
Pobre Hildegart. Sus veinte años magníficos, palpitantes de promesas, de audacias y de rebeldías, se han abatido trágicamente. Ella soñaba una vida mejor, y ha entrado en la gran sombra, acaso porque la única vida mejor es la de la muerte.
Fuente de Datos:
*El asesinato de la mujer Perfecta – Alejandro Polanco Masa- Historia de Iberia Vieja.
* Hemeroteca Periódico “El Heraldo de Madrid” - 1933
*Hemeroteca “Mundo Gráfico” – 1933
Imágenes:
*Hemeroteca “El Heraldo de Madrid”
*Hemeroteca “Mundo Gráfico”
*ABC
4 comentarios:
El dominio de una madre mal controlado, cuanto misterio en ella y que es lo que verdaderamente le pasaba por su mente?
Un abrazo
Me resulta interesante esta historia, ¿hay documentación pública sobre el juicio a esta mujer?
Debieron ser muchas fojas, ya que es inusual un velatorio a los 20 años que ha sido multitudinario.
La sociedad la siguió llorando o el sistema borró de la memoria social a la chica intelectualmente mejor capacitada.
http://enfugayremolino.blogspot.com/
Mari-Pi-R, eso no lo sabremos nunca. La mente suele ser a veces tan retorcida...
Un abrazo
SoylayraO, ignoro si existe documentación pública sobre el juicio, aunque es posible, porque la tragedia no se ha olvidado.
Al ser una militante polícitica, el caso tuvo mucha espectación.
Saludos
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